martes, 24 de marzo de 2009

Cronica De La Muerte De David Arellano

La crónica de Raúl Ahumada

2 de mayo de 1927, Plaza de Toros de Valladolid, España.
Todas las localidades copadas. Veinte mil espectadores. En la realidad la plaza no da para más. Afuera, diez mil fanáticos sin conseguir entradas. ¡Sol! Un rojo sol sobre los asistentes, fustigando sus espaldas, cono que ya va despustando la primavera europea. Hinchas en mangas de camisa y morenas españolas con sus abigarrados mantones y ojos negros, obscuros como la noche, azogados. Existe típica euforia deportiva española: música, canciones, curiosidad. Desde el costado, norponiente un coro de voces femeninas. Por acá el característico diálogo español europeo.
-¡Olé, chaval!... ¡Olé...! ¿Tú por aquí?
-¡Si...don...!
-¡Puez hacez bien...! ¿Cómo que no conocéis este equipo?... ¡Rediez... que este equipo del Colo Colo de Chile es bueno! Vamos hombre, si yo lo vi no hace mucho tiempo en Guayaquil, y que trae fama, y como que vencieron también estos chilenos al Real Deportivo Español, con Zamora y todo... ¡Y caramba que decir de Zamora en estos tiempos...!
16:15 horas : ¡Expectación! Hacen su aparición los colocolinos, portanto una bandera de la Madre Patria y David Arellano con un ramillete de flores. Aplausos. Gritos...
16:16 horas: Se presenta el Real Unión Deportivo de Valladolid. Nuevos y frenéticos aplausos. Es el equipo de casa. También hacen su aparición con una bandera tricolor. Visten un uniforma blanco. Luego cambian de camiseta por una listada. El Colo Colo: lo habitual: camiseta alba, pantalón negro. Se alinean:
Colo Colo: Guerrero, Poirier, Figueroa, González (Colo Colo), Rossetti, Pancho Arellano, Moreno, Horacio Muñoz, Guillermo Subiabre, David Arellano y Olguín.
Real Unión Deportivo: Solano, Foyaca, Gichi, López, Hornia, Montalbán, San Miguel, Pérez, Barbacho, Pipi-Bombo y Hernández.

Los Primeros diez minutos

.....Subiabre hace un quite de pelota poco más atrás del medio campo y entrega velozmente a Horacio Muñoz, sortea éste a Montalbñan y cruza para Olguín. "Cantimplora" levanta el centro que toma David, pero López lo para en mala forma. Foul. Sirve Colo Colo González, disparando con fuerza hacia el pórtico español. La pelota choca en la rodilla de un defensa ibérico y se eleva formando una tole-tole a dos metros de la valla de Solano. Cabezazos y amontonamiento de jugadores que hacen despliegue de gran energía. En última instancia, y desesperadamente, aleja parcialmente Foyaca, yendo a dar el esférico a los pies de Hornia el cual entrega a Pipi-Bombo quien pierde la pelota por intervención de Horacio Muñoz, el cual, de taquito, habilita a Pancho Arellano, cediendo a Rossetti, y este a Colo Colo González, el cual entrega la pelota sin profundidad otra vez a Rossetti, y éste sin mayor dilación y a ocho metros del arco dispara hacia el pórtico de Solano, y la pelota pasa raspando el travesaño... ¡Fuera...!
Colo Colo está abiertamente a la ofensiva, Sirve Solano al centro de la cancha. Recoge Barbachón. habilita a Perico San Miguel. Se corre el puntero derecho. Lo detiene Poirier y entrega a David Arellano. Avanza el crack chileno velozmente y cuando se ve asediado por dos hombres, ejecuta un pase atrás para Olguín, el cual dispara deteniendo Solano en gran forma aquella pelota que estaba introduciéndose en una esquina. La pelota ahorra en los pies de Hernández, por la mitad del campo, y ejecuta un pase a Barbachón. Sale González a cortarlo pero falla y Barbachón derrota a Guerrero. ¡¡Goool.....!! ¡Gooool Español! La cuenta 1 a 0.

Segundo gol español

Van veinte minutos de juego. Colo Colo algo desorientado. Pero el partido gusta de verdad. Está jugándose a un ritmo vertiginoso. Barbachón recibe una pelota de Hornia y cede a Pipi-Bombo, un interior izquierdo de gran rapidez. Esquiva a Rossetti y también a Poirier y envía furibundamente una pelota a una esquina. El "maestro" Guerrero se estira, vuelve en el aire, pero no hay caso, otro gol español. ¡Y la cuenta dos por cero!

Primer gol chileno

Los chilenos como si estuvieran pensando en la patria lejana no están desanlentados. Por el contrario, como si recién despertase "El Indio", empiezan a atacar con mayore bríos, con más pujanza, con más fiereza. ¡Pero una fiereza limpia, caballerosa!. Fiereza del corazón. Un ataque endemoniado, sin respiro y carente de toda mala intención. Olguín corre por su flanco. Se apega, como era su costumbre a la línea de toque y esquiva adversarios. Enseguida, se cierra peligrosamente. En última instancia despeja Gichi: ¡Corner!. Lo sirve Poirier: pelota muy ceñida y Subiabre entrando a gran velocidad, remata de volea un formidable disparo... que deja a Solano parado. Se da cuenta solamente cuando el esférico está dentro de la red.

Empata Colo Colo

A los treinta minutos de juego y experimentando una reacción logra el empate Colo Colo. David Arellano, que ha estado repartiendo juego magistralmente y con muchísima sabiduría, pone en juego al CHato Subiabre. Subiabre se filtra por la zaga y antes de que lo madrugue Gichi, habilita Moreno, éste cruza largo a González y el "negro" patea a boca de jarro. ¡Gol chileno...!¡Gol chileno...!. Toda la hinchada española aquilata el poderío de aquel equipito del cerro Huelén, de ese Santiago de Nueva Extremadura que fuera fundado poe don Pedro de Valdivia. ¡Si, es verdad: allí hay una fiereza araucana! La están palpando ahora, como si esa fiereza, astucia, rapidez mental, virtudes contadas por Alonso de Ercilla a través de "La Araucana" estuvieran escapando de la Historia para aposentarse allí en la gramillla de una tierra hispana, tales como son las cosas, trasuntadas en ese cuadro en ese cuadro pujante, decidor, llamado Colo Colo. Y luego la tragedia...

La Tragedia

¡Sí! la tragedia, como si esa tragedia hubiera de ser el precio que está pagando un gran equipo chileno para en caramarse sobre la fama. El precio de su gloria deportiva. ...Rosetti desbarata un ataque de Pipi-Biombo y entrega al popular Mono Arellano (Pancho), el cual cede por alto a Horacio Muñoz. Pero antes que la pelota tome contacto con el suelo, saltan David Arellano y Hornia...caen. El chileno de espaldas, Hornia, con una rodilla golpea al caerle encima el estómago de David... y allí queda Arellano accidentado. Se paraliza el juego momentáneamente. ¡Arellano está muy pálido y acude una camilla... y luego, una ambulancia...! El asunto al parecer, hasta esos momentos, es serio; pero tal como sucede en los circos, aunque se llene de sangre un ruedo, y el drama y las penas hagan trizas el alma ¡el espectáculo debe seguir! ¡Y los colocolinos siguieron jugando con diez hombres... y empataron el lance a tres tantos con uno de los mejores teams de España.

De Luto

¡Y la patria se vistió de luto! Y fue el comienzo del fin de una de las glorias de deporte nacional. ¿Qué hora es? ¡Debe estar avanzando la madrugada a juzgar poe el color violeta del cielo! Sí, es verdad: el alba avanza; toda la ciudad española, las bajas techumbres suburbanas, los edificios céntricos están adquiriendo un matiz bermejo. Es el sol que está asomándose muy lentamente allá en el horizonte detrás de una nevada montaña y alumbrando ya muy claramente aquel severo cuarto de hotel (El Hotel "Inglaterra"). En este cuarta yace una joven vida que lo ha dado todo por el deporte de su patria: Chile. Se trata de un joven profesor de Educación Física que siempre ha tenido el anhelo-el anhelo de los apóstoles-de que exista en su país un club de fútbol que simbolice las mejores virtudes de la raza. Y ese club se llama Colo Colo, que después de una brillante gira por Guayaquil, La Habana, México, Portugal, ha llegado hasta aquí, la Madre Patria, en Valladolid, la tierra en que yace Colón, y aquí se ha accidentado. ¿Qué piensa, cuáles son las ideas de David Arellano, mientras está ahí con los ojos semicerrados sobre la cama de ese hotel? Toda la noche se ha quejado y después con las primeras inyecciones se ha caslmado un poco. Pero los dolores persisten, aunque son intermitentes, pero estos, a pesar de los calmantes, lo hacen quejarse. Esos muchachos colocolinos que en la mayoría no sobrepasa de los 25 años, tampoco han podido dormir. Y en los dirigentes, desde Carlos Cariola y Alberto Parodi, hasta el modesto guardaútiles puede divisárseles un rictus de amargura. ¡Qué lejos de la patria! ¡Qué pena en el espíritu! ¡David Arellano se va! Por la noche ya el médico no lo ha dejado entrever. ¡Sólo se espera una última palabra. De nada valdrá una intervención quirúrgica... y su recuperación seria un milagro! ¡Valladolid entero también está pendiente! ¡Y los propios jugadores del Real Unión Deportivo han lamentado sinceramente el accidente! ¡Pero, un chileno en tierra extraña siempre es fuerte! ¡No se doblega fácilmente! Por eso... Por eso, y no por otra cosa hay que disimular todas las amarguras del alma y el Chato Subiabre, como en igual forma Poirier, el Negro González, simulan mirar por los grandes ventanales del hotel, pero no están mirando: están pensando en Chile y el dolor les aflige. En aquel instante se despierta David, que ha podido dormir un poco, y a gritos pide que lo lleven a una clínica para que lo operen. -¡Que me operen, que me operen, por favor! -exclama. Sus hermanos, Pancho y Alberto, con los ojos mojados en llanto, abandonan furtivamente el hotel y buscan al facultativo. Llega éste y de nuevo le aplica una inyección. Se calma. Entonces todos sus compañeros, con una sonrisa en los labios, le manifiestan que pronto volverá a recuperarse; que podrán jugar de nuevo todos juntos, como en una gran familia y hallarse al lado de su mamacita.
-¿Sabes, viejo? -le señala a uno de ellos- volveremos a jugar lindo. He estudiado un paso de taquito y...
Pero David no le sigue el juego. Se sume en un sueño corto. Al poco rato vuelven otra vez los recios dolores y en primeras horas de la mañana, alrededor de las ocho, ya David está muy mal. El galeno que ha regresado le toma su muñeca y controla sus pulsaciones. Su corazón late débilmente, y David le pregunta. Le pregunta como en un susurro:
-¿Será dolorosa mi operación, doctor?
El doctor comoda su maletín, guarda sus lentes y no despega los labios. El mutismo de la ciencia es una respuesta. Saavedra, Poirier, Linford no logran contener sus lágrimas. Están sollozando como unos niños grandes. El Chato, con más entereza, se aproxima a su lecho y busca una manera de darle conformidad.
-Sabes, David....? ¡Te noto mejor. Tienes otro semblante! ¡Animo viejo! Ya estarás bien y estarás tan alegre como antes. Más, la respuesta, como un mazo, llega más contundente..
-¡No, "Chato"! No. Tráeme mejor un sacerdote para confesarme.
Una hora más tarde un religioso le suministra los auxilios de la Santa Extremaunción.
Es un acto ritual, ceremonioso, en que la misma vida por hallarse lindado con la raya demarcatoria de la muerte, siempre será en todas partes, dramático. Pero allí, en ese cuarto de hotel, y en esa mañana lluviosa del 3 de mayo de 1927, el acto se hace extremadamente helado. Un grupo de muchachos deportistas chilenos que salieron de su patria cargados de ilusiones, ahora están presenciando la muerte de un compañero, y en donde ellos, como la ciencia médica, son impotentes para salvarle. Por eso todos también, están silenciosos y yertos, con las lágrimas prendidas, como minúsculas cuentas de cristal, entre los párpados.
Mueve tenuemente los labios.
-Adiós, mamacita, adiós... -son sus últimas palabras. El gran crack había pasado para siempre a arraigarse a la heroica historia deportiva de su país y a quedar grabado por siempre con ese club con nombre de cacique: Colo Colo, y a vivir por siempre también en las futuras generaciones de su patria.

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